Tengo dos hermanas: una abogada y otra enfermera. Con profesiones como esas, te llenas de anécdotas para escribir un blog. Es lo que pasa cuando realizas una actividad en la que te relacionas con muchas y diferentes personas, cada día es una nueva aventura.
Hace poco me contaba mi hermana (la enfermera que vive en Londres) una breve conversación que tuvo con una paciente del hospital en el que trabaja. La mujer, una anciana de más de 80 años, estaba en cama sin poder moverse. Eran las cinco de la tarde y tenía mucho dolor, así que le pidió a mi hermana que le trajera “té y morfina. En ese orden”.
Eso es lo que se llama tener las prioridades claras. Posiblemente muchos de nosotros saltaríamos directamente al potente analgésico, pero aquella abuela que había vivido ocho décadas decidió que su té de las cinco era más importante que la famosa medicina derivada del opio.
Mi primera reacción fue reírme a carcajadas (lo cual es frecuente, en mi caso). Sin embargo, no pude evitar pensar en lo importante que es tener definidas nuestras preferencias, saber darle importancia a aquello que realmente nos hará felices, defender aquello que nos importa.
Soy de las que puede pasar 10 y 11 horas al día en la oficina, durante unas cuantas semanas, cuando llegan esas fechas en las que tengo un pico de trabajo. Salir de casa a las 7:30 y volver a las 21:00 es algo que puedo asumir puntualmente, pero siempre me recuerdo que no puedo permitir que se convierta en una rutina. Me gusta mi trabajo, pero tan sólo es un medio, no un fin.
Al final, no recordaré las horas que pasé trabajando, sino aquellas que pase con mi familia y con mis amigos compartiendo pequeños momentos, buenos y malos; alegres y tristes; pero sobretodo, juntos.
Si no decides cuáles son tus prioridades y cuánto tiempo les dedicarás, alguien más lo decidirá por ti.- Harvey Mackay