Caigo en el cliché del post haciendo la valoración de mi 2014, o de 2014 en general. Así que disculpas anticipadas 🙂
No es fácil llegar a 31 de diciembre sin querer rememorar los últimos 365 días; y es que pasan muchas cosas a lo largo de 8760 horas o de 525600 minutos. Por cierto, no he tenido que hacer las multiplicaciones correspondientes (365×24 y luego x60), me se esas cifras de memoria desde hace unos años: mi paso por una Dirección de Ingeniería y el musical Rent son responsables.
Dependiendo de como se mire, 2014 puede ser un gran año… o un desastre. Nos esforzamos continuamente por encontrar formas de medir nuestro éxito y generalmente cometemos el error de pensar que un aumento de sueldo, un ascenso o la cantidad de dinero invertido y ganado pueden resumir la felicidad vivida. Atreverse a cambiar, enfrentarnos a nuevos retos y aprender algo nuevo. Así deberíamos medir un año. En las veces que nos hemos levantado del sofá, aunque no nos apetecía y nos hemos calzado las zapatillas, hiciera un calor horrible en verano o un frío de mil demonios en invierno.
Si lo medimos por las noticias más comentadas o más sonadas, desde luego tenemos mucho que mejorar. Entre tanto caso de corrupción, muchos hemos perdido la esperanza de salir de este foso. Bien lo refleja Quino: el año que viene tiene que ser un valiente para animarse a venir, estando las cosas como están.
Si lo medimos por las personas o términos más buscados, perdería la fe en la humanidad, porque lo que hace Kim Kardashian genera más tráfico en internet (#breaktheinternet) que la historia de Malala Yousafzai. Afortunadamente, ahí esta Google para recordarme que sí nos mueven las historias reales, de esperanza, y que de una u otra forma la inmensa mayoría de nosotros trabaja para hacer de este un mundo mejor.
Quiero medir mi año -no en el dinero que tengo en la cuenta a 31 de diciembre (más bien poco)- sino en las veces que dejé de lado mi tonto orgullo y dije «lo siento» porque de corazón prefería dar un abrazo a ganar una discusión. En las veces que dije «te quiero» sin miedo; y en las lágrimas y sonrisas que, a partes iguales, supone tener la valentía de hacerlo. Quiero medir mi año en las veces que aquellos a quien quiero estuvieron a mi lado, para reñirme, para abrazarme, para gritarme, para reír, para llorar, para preocuparnos juntos y también para buscar soluciones… pero sobretodo, para demostrarme cuánto me quieren.
No ha sido un año fácil, pero ha sido un gran año.