Cumplo seis meses con el carnet de conducir. Seis meses siendo conductora novel, seis meses de pirulas, adelantamientos y pitidos… Porque llevar una L, por muy bien que creas conducir, te expone automáticamente a que te hagan una ráfaga de luces, a las 8:57 de la mañana, en un barrio residencial, cuando vas por una calle transitada, con coches en doble fila en el carril derecho (lo que te obliga a circular por el izquierdo), con niños cruzando el paso de peatones para ir al colegio y vas a 25 Km/h en una vía de 20. No exagero, me ha pasado.
Tuve que desaprender cómo se debe tomar una glorieta, porque me han pitado hasta el cansancio por ir en el carril exterior y no tomar la primera salida, aunque llevase puesto el intermitente, indicación de que continuaba circulando, desde el primer momento. La gran ironía es que son precisamente ellos los que no circulan según el código.
Así se debe circular en las glorietas (DGT)
Hace mucho perdí la cuenta de las veces que me han hecho adelantamientos por la derecha, mientras yo tenía puesto el intermitente para volver al carril derecho… Si yo voy a la máxima de 120 Km/h, no quiero ni pensar a qué velocidad iba aquel energúmeno que decidió adelantarme de aquella manera por considerar que yo era lenta. Parece que esa L blanca con fondo verde reflectante es una L de lenta, lela, lerda o lumbreras… pero nunca de learner (aprendiz).
Se nota que todos los demás deben tener su capacidad extrasensorial mucho más desarrollada, porque yo sigo sin poder leerles la mente a esos conductores que adelantan y giran a izquierda o derecha sin utilizar los intermitentes. A lo mejor esa capacidad de prever el futuro aparece junto con los puntos adicionales en mi carnet de conducir.
Aún noto cómo se me acelera el corazón, la ansiedad que tengo cada vez que me quedo parada en una cuesta ascendente, durante un atasco, porque un par de veces – al arrancar nuevamente- el coche descendió más de la cuenta y el de atrás empezó a pitar como si no hubiese un mañana. Y digo yo… ¿Pero la L no era para eso? ¿Para que el conductor que me sigue sea consciente de mi situación y tenga la precaución de dejar un poco más de espacio? Lo único bueno de haberlo pasado tan mal esas dos ocasiones es que he aprendido a controlar tanto el embrague, que el coche no se mueve aunque quite el pie del freno, y sin que se cale.
Si ya de por sí es difícil conducir, hacerlo en una ciudad como Madrid es una actividad de riesgo que le aumenta el nivel de estrés a cualquiera. Madre mía, que de gente se levanta tarde y no llegará a tiempo a la oficina, que van haciendo zig-zag por la M-40 a las ocho y cuarto de la mañana. Cuánta agresividad acumulada, cuanta tensión automovilística no resuelta.
Por mucho que digan aquello de aprovechar cada momento, conducir no es una de esas actividades que debes realizar como si este fuera el último día de tu vida. Los accidentes de tráfico son la primera causa de mortalidad entre los jóvenes de este país y el grupo de 25 a 34 años sigue siendo el segmento de edad con mayor número de fallecidos en carretera. Durante el año 2014, en las vías interurbanas se han producido 981 accidentes mortales en los que han fallecido 1.131 personas y 4.874 han resultado heridas graves. (1)
Lo peor es que son los mejores datos desde que se llevan estadísticas.
Hago una media de 80 Km al día: de casa al cole, del cole al trabajo, del trabajo a casa de mi madre para recoger a los niños y vuelta a mi piso. Hago este recorrido todos los días laborables desde hace 6 meses y a estas alturas ya me han hecho todas las maniobras temerarias posibles (o eso quiero pensar). He perdido el miedo a los camiones, las furgonetas, los BMWs y los Audis. He aprendido que siempre habrá un conductor que se va a colar en el último momento en el carril de incorporación mientras todos los demás hacemos estoicamente la fila. He aprendido que es preferible dejarles pasar, porque no hay nada que justifique una pirula cuando terminaremos llegando al mismo tiempo al semáforo. He aprendido a esperar lo peor de los demás conductores, aunque sepa que afortunadamente somos muchos más los que respetamos las normas. Pero por encima de todo, he aprendido que no hay trabajo, cita o compromiso que me haga poner en peligro la vida de los que van conmigo o a mi alrededor. Si eso es lo que supone llevar una L, aunque falten otros seis meses, ahí seguirá estando de manera visible en la parte trasera izquierda de mi coche.
(1) Balance 2014 Seguridad Vial: http://www.dgt.es/es/prensa/notas-de-prensa/2015/20150105-mir_BALANCE-2014_seguridad-vial_nota.shtml