Desde hace unos meses, en los medios de información internacionales (y también en alguno nacional) se viene acuñando un término cuanto menos irrisorio pero cargado de muchísima ironía: post-verdad (post-truth).
El concepto de post-verdad está directamente vinculado a la política, porque al fin de cuentas son los políticos quienes lo aplican con más desparpajo. En dicho contexto, la post-verdad se entiende como la situación en la que se apela a las emociones y a las creencias personales, reforzando las propias ideas con argumentos que carecen de soporte real, reafirmando tópicos erróneos y lo más preocupante de todo… ignorando los hechos comprobados y las réplicas basadas en datos reales.
Es decir, una post-verdad es una mentira como la copa de un pino. Sigue leyendo