Ahora mandamos nosotras

Hace un tiempo una amiga me decía «hemos pasado de ser todas amas de casa a ser todas putas». Pensé «joder, tiene razón».  Y con esa foto están creciendo mis niños.

Me preocupa.  Me preocupa y mucho.

Me preocupa que la imagen de la mujer se reduzca a la de un objeto de placer de usar y tirar. Me preocupa que la pornografía actual sea el principal medio de educación sexual de los jóvenes, porque nunca antes la pornografía fue tan vejatoria y humillante hacia la mujer como ahora.

Ayer inició el Salón Erótico de Barcelona y, como suele suceder desde hace unos años, su vídeo promocional no ha estado exento de polémica.  Este año se han centrado precisamente en el porno como medio de educación sexual, con el agravante de ser un porno muy machista.  Su alegato, y esta parte la comparto, es que un porno que distorsiona tan gravemente la imagen de la mujer también es corresponsable de los comportamientos violentos hacia la mujer que tristemente presenciamos en las noticias todas las semanas.

SIN EDUCACIÓN SEXUAL | Salón Erótico de Barcelona

La parte que me choca del vídeo es su final, diciendo que es el momento de que el porno cambie, con un texto que cita «AHORA MANDAMOS NOSOTRAS».

¿Y por qué me choca?

No voy a discutir lo poco coherente, o cuanto menos irónico, que me resulta ver precisamente a la industria del porno haciéndose eco del alegato feminista. La misma industria que te dice que todas las mujeres están dispuestas a pagar con sexo un pinchazo del coche, la pizza a domicilio o la bombona de butano.

Me choca porque tengo esta vaga y alarmante sensación de que el discurso feminista se está convirtiendo en un discurso bélico y no en un discurso de cooperación. Obvio, la respuesta del otro bando está en esa misma línea: están en pie de guerra contra todas esas «feminazis malfolladas».

Dicen que los grandes cambios conllevan sufrimiento y dolor. Que las verdaderas revoluciones han de ser violentas en su base… pero no puedo dejar de pensar que en la lucha por la igualdad no podemos enfrentarnos al otro 50% de la población.

Constantemente me pregunto qué se puede hacer para cambiar esta inercia que llevamos encima.  Y en esto le tengo que dar la razón a los del Salón Erótico: con educación.

Enseñar a mis dos hijos el valor de las mujeres, a respetarlas, a que vean que somos más que la imagen superficial que intentan vendernos todo el tiempo. Demostrarles con mi ejemplo que las mujeres somos delicadas pero que cuando es necesario también tenemos un buen par de cojones.

Que entiendan que ellos tienen que ganarse el amor de una chica, así como ella también tendrá que ganarse el suyo. Que habrán mujeres que les podrán hacer sufrir, pero que ellos deberán tener suficiente amor propio y dignidad para alejarse sin​ necesidad de agredir o insultar. Enseñarles que no es no; y que la ausencia de un «NO» jamás es el equivalente a un «SI». Grabarles a fuego en la mente que una mujer puede vestirse como le de la gana y eso jamás será una invitación a nada.

Pero también les enseñaré que haber nacido hombres no les hace culpables por naturaleza. Que sus privilegios sólo son reprochables cuando se usan para el beneficio propio; y que por tanto su responsabilidad es aprovecharlos para mejorar las circunstancias de los que no nacieron con esos privilegios, sean del género que sean.

Que vean la búsqueda de la equidad como una lucha de todos para buscar una sociedad más sana y justa; y no como una lucha de hombres contra mujeres.

 

 

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