Conciliar en tiempos revueltos (parte II)

En marzo de 2016 escribí un post que titulé «Conciliar en tiempos revueltos«. En aquel post hablaba de los retos que suponía -por aquel entonces- una verdadera conciliación de la vida personal con la actividad laboral.

Cuatro años más tarde -y en medio de una pandemia que ha reventado todos los planes estratégicos, los paradigmas sociales y la mitad de los modelos de negocio- lamento decir que la cosa no mejora… no solo se mantienen los mismos retos de entonces, se nos suman unos nuevos: clases on-line, desconexión digital (ausencia de) y una nueva crisis económica a la vuelta de la esquina, por nombrar algunos.

Una persona a la que quiero muchísimo me dijo una vez que nos damos cuenta de que ya hemos superado la última crisis cuando en las noticias nos avisan que viene la siguiente…

– … ¿es que ya no estamos en crisis?

– yo pensaba que si, pero parece que no…

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Yo soy niña STEM

Aunque ya había visto la campaña, no me decidía a participar… pero mi amiga @tatiluis me envió la información y está claro que ya no tenía excusa.
La campaña consiste en compartir una foto de niña y agradecerle -a esa niña que fui- el coraje de elegir una profesión en la rama de las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, que me ha permitido llegar a dónde estoy hoy.

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“Portavozas” o la deriva del leguaje inclusivo

«Persona o persono que está autorizada o autorizado para hablar en nombre o nombra y en representación de un grupo o grupa o de cualquier o cualquiera institución o instituciona o entidad o entidada.»

Estoy a favor de evitar un lenguaje sexista y creo que debemos hacer un esfuerzo por evitar los sesgos de genero, pero no se consigue así. Decir que la defensa de un correcto uso de la lengua tiene que ver con el machismo es perder por completo el norte.
El idioma español (o la lengua española, según la preferencia) tiene suficientes alternativas correctas en su uso como para sea necesario venir ahora a inventar palabras que no existen. En el caso específico de portavoz, es una palabra de género neutro. Cuando se dice «la reunión contará con la presencia de portavoces», no se implica que todos los participantes sean hombres, como tampoco que sean mujeres (participantes, otra palabra de género neutro).
Si quieres remarcar que al decir portavoces estás hablando de hombres y mujeres, puedes decir «la reunión contará con la presencia de hombres y mujeres que ejercen la portavocía» o «mujeres y hombres portavoces». Hay alternativas válidas sin necesidad de caer en errores gramaticales.
Ser inclusivos demuestra desarrollo y cultura. Un uso adecuado del idioma, también.

The price of a mile

Two years ago (April 2018), my son wrote this short story for a school contest. Last Sunday we went together to the movies, and watch the movie 1917. I couldn’t stop thinking about my son’s story, so I would like to share it here.

Please take into account that we are not native English speakers (Spanish is our mother tongue).

 

The Price of a mile

In 1914, over 100 years ago, World War I began. As tension began rising between the Allied powers and the central forces, war breaks out.

In between both of the frontlines, a stalemate is created, neither of the sides can advance further into enemy territory. To solve this, in 1917, July, the British began pushing towards northern Belgium, in an attempt to cut enemy supply lines and break the stalemate.

This attempt would take place at the town of Passchendaele.

They thought this war would end all wars, yet in ended nothing. What follows is frontline combat.

They were not expected to survive.  Sigue leyendo

Ahora mandamos nosotras

Hace un tiempo una amiga me decía «hemos pasado de ser todas amas de casa a ser todas putas». Pensé «joder, tiene razón».  Y con esa foto están creciendo mis niños.

Me preocupa.  Me preocupa y mucho.

Me preocupa que la imagen de la mujer se reduzca a la de un objeto de placer de usar y tirar. Me preocupa que la pornografía actual sea el principal medio de educación sexual de los jóvenes, porque nunca antes la pornografía fue tan vejatoria y humillante hacia la mujer como ahora.

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Teorías conspirativas

De todas las teorías conspirativas, la única que me gustaría que fuese realidad es la del Área 51. Pero si los gobiernos suelen ser tan ineptos guardando secretos, supongo que creer que los alienígenas han pisado la tierra seguirá siendo argumento de película o serie de ciencia ficción, pero no una demostración de la capacidad organizativa de un país para esconder aquella información que prefieren no hacer pública.

Ojalá existiese una sociedad secreta que moviese los hilos del mundo… creo que eso sería más fácil de aceptar que reconocer nuestra incapacidad para elegir a nuestros gobernantes.  Porque, sinceramente, ¿no dormiríamos mejor pensando que los Illuminati han puesto a Donald Trump de Presidente? Yo, desde luego, estaría más tranquila.  Así por lo menos me quitaría de encima el peso de saber que nuestras propias decisiones nos están avocando irremediablemente a la destrucción del planeta.  Sería más fácil pensar que no hay nada que ninguno de nosotros pueda hacer, porque otros, en algún lugar privilegiado, ya han decidido por todos los demás.

La realidad es que nos gustan las teorías conspirativas porque nos liberan de la responsabilidad de hacer algo por mejorar el mundo en el que vivimos.  Nos quitan el peso de reconocer nuestro propio fracaso como seres humanos.

Me quedaré con esta reflexión.  Una frase atribuible a muchos, desde Kennedy hasta Obama:

Si no soy yo, entonces ¿Quién?

Si no es ahora, entonces ¿Cuándo?

climate summit

Y para quitarle un poco de hierro al asunto, cierro con mi frase favorita de la película «Dodgeball» (titulada en España como «Cuestión de pelotas»):

I guess if a person never quit when the going got tough, they wouldn’t have anything to regret for the rest of their life.

Supongo que si una persona nunca renuncia cuando las cosas se ponen difíciles, no tendrá nada que lamentar el resto de su vida.

Abandonadas

Mi historia familiar es particular. Cuando tenía 14 años mis padres decidieron emigrar, a España. Era abril de 1992… recuerdo que mi mamá viajó a los pocos días de su cumpleaños. Mi padre se había ido a Curazao a buscar trabajo porque la situación económica en Colombia era muy difícil y hacía prácticamente inviable para mis padres poder mantener a sus tres hijas (en las condiciones en las que ellos querían). Así que con 14 años me encontré con mis dos hermanas pequeñas, por aquel entonces de 6 y 3 años, sin nuestros padres a nuestro lado. Pero no me sentí sola. Estaba arropada por mi familia. La ausencia de mis padres, aunque siempre era una losa, se sobrellevaba con el cariño que recibía del resto de mi familia, con las cartas que recibía y con las llamadas semanales. Al poco de irse mi mamá, volvió mi papá. Pero fue momentáneo, porque a los pocos meses también partiría rumbo España, a estar con mi mamá y a buscar un futuro mejor para si mismo… pero sobretodo para su familia.

Mis hermanas eran pequeñas y seguramente hay muchas cosas que no recuerdan… pero yo recuerdo todos los meses las llamadas de mi mamá informando del código para reclamar el giro en la agencia Western Union de turno y similares que permitían pagar el colegio (privado) en el que estudiábamos y todas las arandelas que eso conlleva.

Quienes compartieron conmigo esa época lo recordarán bien: Mayo tenía a sus padres en España.

Mis padres vinieron a este país con visa de turista, lo que a la larga sólo puede significar una cosa: quedarse ilegales.

Pasaron 3 años hasta que volvimos a ver a mi mamá, cuando por fin pudo conseguir su visa de trabajo y residencia. Pasaría uno más hasta que pudimos ver a mi papá. Fueron las primeras vacaciones que tuvimos juntos en años, obviamente. Corría el verano de 1996… Mis hermanas y yo, junto con una gran amiga mía, viajamos a Madrid a pasar un mes maravilloso con mis padres. Y era maravilloso porque estábamos con ellos, ir al Parque de Atracciones era secundario. Aquellos días, en los que el mal clima nos chafó los planes, son los que recuerdo con más cariño, porque mis padres se encargaban de sacarnos carcajadas a pesar del frío que pasamos en Aquópolis, un día de junio mientras nevaba en la Sierra de Madrid.

Fueron muchos años en la lejanía, de llamadas, cartas y fotos, de regalos enviados y entregados por terceras personas. Años que me enseñaron a ver las cosas con perspectiva, porque cuando tienes lejos a tu familia aprendes a apreciar las cosas realmente importantes. Esos años me regalaron una relación de unión con mis hermanas que no cambiaría por nada en el mundo.
Llegaría el momento de volver a estar juntos. Los inicios no estuvieron exentos de dificultades, mentiría si dijera lo contrario; pero en poco tiempo estábamos como si nunca nos hubiesen separado miles de kilómetros.
Ser inmigrante es difícil: después de mucho tiempo sigues sin ser del nuevo lugar… no te sientes en tu casa, pero al mismo tiempo ya no te sientes de tu hogar anterior. En ese limbo en el que nos encontrábamos, nuestro apoyo era nuestra unión. Unión que aún hoy seguimos manteniendo, contra viento, marea y distancia.
Sin embargo, a pesar de sentirnos, vernos y sabernos una familia unida, durante todo este tiempo mis padres y nosotras hemos escuchado con cierta frecuencia que «mis padres nos abandonaron». Como si al irse a otro país para buscarnos un futuro mejor se hubiesen desentendido por completo de nosotras. Como si los demás, desconociendo el dolor que supone alejarse de tus seres queridos, encontraran regocijo en nuestra tristeza.
Durante mucho tiempo he decidido obviar esos comentarios. En palabras de Taylor Swift: haters gonna hate, hate, hate, hate, hate… but Baby, I’m just gonna shake, shake, shake, shake, shake.

Pero hay una edad en la vida en que ya empiezas a sentirte vieja y te das cuenta de que ya no te apetece morderte la lengua… que lo de cantar las 40 deja un gustirrín! Y eso es lo que he decidido hacer hoy… porque yo aclararé en público lo que otros señalan a escondidas: Nadie, repito, ABSOLUTAMENTE NADIE, tiene derecho a juzgar a mis padres por lo que hicieron. Nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, tiene derecho a etiquetarnos a mis hermanas y a mí con un calificativo con el que no nos reconocemos.

Aquellos que se creen con la autoridad moral para decirlo… en serio, ¿qué cosas se os pasan por la cabeza? ¿No tenéis nada mejor que hacer? ¿Lo vuestro va de «sufrir y preocuparos» (nótese la ironía) por una familia que logró superar todas las dificultades del tiempo y la distancia para volver a estar junta?

Si mis hermanas y yo no juzgamos a nuestros padres, ¿quienes sois vosotros para hacerlo? Las únicas personas que podríamos decir algo somos nosotras… lo que pasa es que lo que tenemos que decir no os gusta. Porque esto es lo único que tenemos que decirle a nuestros padres: GRACIAS. 

Gracias por pensar en nuestro futuro. Gracias por buscarnos mejores oportunidades. Gracias por todas esas noches de soledad que pasasteis para que nosotras pudiéramos tener una excelente educación y una infancia feliz. Gracias por demostrar el verdadero significado de la paternidad: SACRIFICIO.

Nos habéis dado lo que no teníais y jamás nos reclamasteis nada a cambio. «Dar solamente aquello que te sobra nunca fue compartir, sino dar limosna». Nunca habéis sacado las cuentas de cuánto os habéis gastado en nosotras… mucho menos enseñarnos las facturas de lo que habéis pagado a lo largo de un año.

Sentiros orgullosos de vuestras decisiones y vuestros sacrificios. Somos lo que somos gracias a que vosotros tuvisteis la fortaleza y la valentía de elegir el camino difícil, pero también el que nos llenaría de oportunidades. Mi vida hoy es mejor gracias a vosotros.

Macromachismos

 

Desde hace un tiempo escucho con más frecuencia la palabra “micromachismos” para hacer referencia a todos esos pequeños comentarios y actos, en apariencia inocentes, siempre muy sutiles, que arrastran una importante carga machista.

El termino fue acuñado hace 25 años por Luis Bonino Méndez, psicoterapeuta, que denomina así a la práctica de violencia de género -en la vida cotidiana- de forma tan sutil que pasa desapercibida, pero que refleja y perpetua actitudes machistas y la desigualdad de las mujeres respecto a los varones. (1) Sigue leyendo

19 días y 500 noches

Poeta como ninguno, quien conozca a Sabina sabe que ese es el tiempo que tardó en aprender a olvidarla… Y a este paso, el que yo tardo entre un post y otro.  Cada tanto el gusanillo de escribir se queja y me recuerda que mi última publicación es de marzo, aunque mi sentimiento de culpa hace que parezcan esas 500 noches y no 5 meses.

Hoy he recibido un libro de poemas que compré a través de Amazon, ese maravilloso monstruo de las ventas on-line al que poco le queda para decirme que no hace falta comprar ítems sueltos, que para algo existe la cesta de la compra…  Los mensajeros de MRW y SEUR ya conocen a mi madre de nombre porque día sí y día también tocan a su puerta para entregar algo. No exagero, mínimo 3 veces por semana.  Otro día analizaremos si tengo un desorden compulsivo por las compras a través de internet.

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Conciliar en tiempos revueltos 

Después de las dos grandes burbujas financieras que hemos sufrido desde que empezara este milenio (primero la tecnológica o de “las punto com” y luego la inmobiliaria), no debería sorprendernos que se mire con incredulidad a todos aquellos que se lanzan a la aventura de ser padres. No es sólo la precariedad laboral a la que nos enfrentamos desde que se dijera aquello de “tenemos que acostumbrarnos a trabajar más y cobrar menos”(1): son las jornadas de trabajo imposibles, las vacaciones escolares y laborales incompatibles, con una cultura laboral que sigue estancada en los años 50, creyendo que a día de hoy se sigue aplicando lo de dejar a las mujeres en casa cuidando de los niños mientras los maridos salen a trabajar.

El mundo cambia y a las mujeres nos vendieron aquello de la independencia financiera y la realización profesional y personal… Que está muy bien si no fuese por el hecho de que el 91,9% de las mujeres realizan tareas domésticas y se ocupan del cuidado de niños, ancianos y personas dependientes durante 4 horas y 29 minutos diarios, frente al 74,7% de los hombres que dedican en promedio 2 horas y 32 minutos(2). 

Desde que empezó esta dichosa crisis que se ha cobrado tantos puestos de trabajo y que ha dejado a tantas familias en la calle, la brecha salarial en España ha repuntado hasta situarse en el 24%. Si a lo de trabajar el doble de tiempo en casa le añadimos que las mujeres tenemos que trabajar 79 días más al año para cobrar lo mismo que los hombres que realizan el mismo trabajo(3), apaga y vámonos. 

Con este panorama tan revuelto, ¿a alguien le sorprende que España sea el país de la Unión Europea con la tasa de natalidad y de fertilidad más baja? Hay que ser un privilegiado o estar muy loco para lanzarse a la aventura de la paternidad responsable.

El índice de Fecundidad en España (número medio de hijos por mujer) de 1,32(4). Que este valor sea inferior a 2,1 por mujer (índice de fecundidad de reemplazo), supone que ahora mismo en este país no se garantiza una pirámide de población estable a largo plazo. Sumadle que España también se ha convertido en el país de la Unión Europea con la esperanza de vida más alta (82,5 años)(5) y ya podemos ir contratando un plan de pensiones privado porque a este paso –incluso después de subir la edad de jubilación a los 67- no vamos a tener quien nos pague la pensión.

Si eso fuese poco, a día de hoy las iniciativas de conciliación laboral y familiar -promovidas a nivel gubernamental y empresarial- son prácticamente inexistentes o en el mejor de los casos, anecdóticas.

 

No puedo ser Super Woman

 
Cuando se desató la polémica, en enero de este año, el día que Carolina Bescansa, diputada de Podemos, se presentó con su bebé en el hemiciclo, fui de esas personas que tuvo sentimientos encontrados con respecto a esa imagen. Defiendo la conciliación como la que más, me afecta de lleno, y creo que cualquier acción que nos permita hablar del tema debe aplaudirse… pero también estoy cansada ya de iniciativas vacías que han demostrado ser del tipo “mucho ruido y pocas nueces”, porque no se concretan en nada. 

Esas fotos de portada no me representan a mí, ni a los padres del mundo real que debemos enfrentarnos todos los días al reto de compaginar familia y trabajo, dándoles un mínimo de tiempo de calidad a nuestros hijos. La realidad que vivimos las madres y padres de este país es que NO podemos llevarnos a nuestros bebés al trabajo; y ellos ya pasan suficientes horas del día sin sus padres. A las mamás del mundo real nos toca hacer tripas corazón y dejar al bebé en casa o en una guardería que, con suerte, es pública (no fue mi caso).

Incluso con las mejores condiciones laborales que tenga la empresa en la que trabajas, sólo puedes aspirar a acumular las horas de lactancia y las vacaciones para que tu bebé pase a ser cuidado por otra persona cuando cumpla los 6 meses y no los 4. Con la mejor de las suertes, tu empresa tiene guardería o tienes a tus padres y/o suegros al lado para que te echen un cable (de acero, con un buen diámetro… De esos que aguantan tempestades).

Y no, Sra. Presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ampliar el horario de los centros educativos no es conciliar. Queremos pasar más tiempo con nuestros hijos, no que ellos pasen más horas en el colegio. 

Mientras esa sea realidad que vivimos el 99% de la madres y padres, en la foto y en el titular todo quedará muy bonito pero yo prefiero una legislación que de verdad favorezca la maternidad y la paternidad. Todo lo demás es postureo: la polémica sólo funciona si luego hay algo detrás.

Espero de todo corazón que sean quienes sean los que nos vayan a gobernar (si algún día se ponen de acuerdo), trabajen por una legislación que realmente favorezca conciliar, entendida como debe ser: tener la oportunidad de pasar tiempo de calidad con tus hijos, en casa.

  
Conciliar es poder entrar más tarde a trabajar para dejar a mis hijos en el colegio.

Conciliar es poder salir antes de la oficina para supervisar sus deberes y acompañarles en una etapa importantísima de su crecimiento.

Conciliar es poder llevarles a una cita médica o asistir a las reuniones en el colegio sin que nadie te mire mal ni diga nada.

Conciliar es que lleves a tu bebé a la guardería cuando ya tiene cierto nivel de independencia, no con 4 meses.

No quiero llevarme a mi hijo a la oficina. Quiero estar en casa con él.

 

 

 

(1) Díaz Ferrán desata la tormenta: «Hay que trabajar más y ganar menos para salir de la crisis»:http://www.expansion.com/2010/10/14/economia/1287063152.html

(2) Instituto Nacional de Estadística (INE) – Mujeres y hombres en España / Empleo del tiempo, conciliación trabajo y familia (actualizado 26 mayo 2015): http://www.ine.es/ss/Satellite?L=es_ES&c=INESeccion_C&cid=1259925472448&p=1254735110672&pagename=ProductosYServicios%2FPYSLayout&param3=1259924822888

(3) Las mujeres tienen que trabajar 79 días más al año para cobrar lo mismo: http://economia.elpais.com/economia/2015/02/16/actualidad/1424097896_995709.html

(4) España: La natalidad crece en 2014 hasta el 9,20%: http://www.datosmacro.com/demografia/natalidad/espana 

(5) España, el país con mayor esperanza de vida y con menor tasa de fertilidad de la UE, según la OCDE: http://www.rtve.es/noticias/20141203/espana-pais-mayor-esperanza-vida-menor-tasa-fertilidad-ue-segun-ocde/1060380.shtml